Francia se marchó avergonzada del Mundial de Sudáfrica 2010. Ahora, cuatro años después, la pelea entre Nicolas Anelka y Raymond Domenech en el centro de entrenamiento Knysna ya está ya prácticamente olvidada. Y el cambio es en gran parte gracias a Karim Benzema, el símbolo de la recuperación gala.
Con 26 años, Benzema emergió como el líder en un vestuario francés que apenas tiene similitudes con el que explotó en el Mundial anterior. El delantero de Real Madrid aportó no sólo goles al equipo, sino también la madurez y el profesionalismo que faltaron a la selección gala en Sudáfrica.
“Sus movimientos desestabilizan a la defensa rival”, lo elogió el técnico Didier Deschamps, que volverá a apostar por el delantero en los octavos de final hoy a las 13, ante Nigeria. “Siempre apreciamos lo que hace por el equipo y lo valoramos más allá de sus goles”, añadió el entrenador.
Benzema marcó siete goles en los cinco partidos previos al empate 0-0 con Ecuador. En Brasil 2014 suma tres, pero podrían ser más: un tanto a Honduras que pareció suyo fue registrado como gol en contra. Ante Suiza erró un penal y, en una situación poco habitual marcó otro tanto que no contó porque el árbitro pitó el final del partido antes del disparo.
Pero más allá de los goles, lo más impactante de Benzema es la maduración y el crecimiento personal que viene experimentando.
Su adaptación en Real Madrid no fue fácil. En su primera temporada en 2009 tuvo problemas de peso, fue juzgado -y absuelto- por tener sexo con una prostituta menor de edad y estrelló su coche contra un árbol tras su primer clásico frente a Barcelona.
Tampoco se sintió cómodo con sus compañeros. “En el vestuario los demás hablaban y se reían. Como no los entendía, pensaba: ‘¿Se están riendo de mí?’”, contó al deportivo francés “L’Equipe”. La llegada de Jose Mourinho al banquillo en 2010 estuvo lejos de mejorar la situación. El técnico criticó abiertamente al delantero, que por su personalidad retraída y sus costumbres perezosas parecía justo opuesto al modelo de 9 favorecido por el portugués. Pero el apoyo de Zinedine Zidane pesó más. Tras la salida del argentino Gonzalo Higuaín la temporada pasada, el directivo francés logró impedir que Real Madrid fichara otro delantero y aseguró que Benzema es el hombre adecuado en el ataque blanco.
Y Benzema respondió. A fuerza de goles y una seguridad creciente se sumó a Cristiano Ronaldo y Gareth Bale para formar una de las delanteras más temibles de Europa, que dio al “merengue” la Copa del Rey y la Liga de Campeones de ese continente.
El desafío era ahora reproducir el éxito en el Mundial, una prueba que no pudo aprobar Cristiano Ronaldo con Portugal. Benzema la superó. Tal vez ayudado por esa lucha por superarse en Real Madrid e incluso por la dureza de Mourinho.
“Si dependiéramos de ti, tendríamos que empezar a entrenar a las 12 del mediodía, porque vienes a las 10 medio dormido y a las 11 sigues dormido”, le gritó alguna vez el luso durante un entrenamiento.
Ahora es Benzema el que da las órdenes al resto y en el partido ante Ecuador se lo vio reprendiendo al joven debutante Antoine Griezmann.
El niño desobediente y problemático se convirtió en el tutor de una Francia que, en gran parte gracias a su transformación personal, quiere llegar lejos en el Mundial.